La manera más compleja de incorporar lacerías a las armaduras de cubierta fue mediante la técnica apeinazada. El procedimiento se basaba en componer diseños geométricos con los elementos constructivos de la techumbre, por lo que estructura y decoración pasaban a ser una.
Su uso amplió el volumen ornamental de los trabajos, pero también impuso ciertas limitaciones a la desbordante creatividad de los carpinteros, que se vieron obligados a ajustar las trazas geométricas al orden y distribución de las maderas, como se observa en el pórtico de la iglesia parroquial de Riego de la Vega.
Para adaptarse a la forma cuadrada del almizate y construir un diseño de cierta regularidad, sus artífices optaron por generar cuatro cuartos de rueda de lazo de ocho puntas en los extremos, que vienen a encontrarse en una estrella central.
Armadura de cubierta. Pórtico (finales del siglo XVI)
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