Una tradición atribuye la construcción de este edificio a los monjes soldados de la orden del Temple. Al parecer fue monasterio, tal y como se cita en el año 1200, cuando el noble Pela Martínez lo entregó a la abadía de Aguilar.
Hoy el templo luce una atractiva estampa en medio de los prados, con su cabecera semicircular, la nave abovedada y, a los pies, la base de lo que en su día fue la torre, todo ello de finales del siglo XII. Posee un notable conjunto de capiteles y estilizados canecillos, con representaciones de animales, seres fantásticos, personajes en actitud erótica o músicos.
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